Hoy mismo, sin ir más lejos, me he visto en la obligación de echar mano a la imaginación para poder aprovechar lo poco que me quedaba en la nevera antes de que se echara a perder. No soy muy amigo de la comida congelada, excepción hecha, claro está, de la que cocinan mis maestras (mi madre y mi tía) o aquello que me sobra de lo que yo mismo hago. Así que en la medida de lo posible me gusta comer algo recién hecho incluso cuando la rutina laboral no me deja mucho margen. El caso es que haciendo honor al título del blog me he puesto manos a la obra y he pasado revista a mi nevera. Un par de pimientos, uno verde y otro rojo, me miraban lacónicamente, sabiéndose próximos a su fin como verdura fresca. Y como casi única compañía un par de tomates todavía de buen ver y media cebolla todavía con fuerza para arrancar alguna que otra lágrima. Con esos ingredientes siempre se puede preparar algo más que comestible, pero me faltaba algo con lo que darle forma. Y me vino la inspiración al ver en el armario un paquete de placas de lasaña con tan sólo tres unidades. Siendo una ración individual me pareció más que suficiente expirementar con esos elementos. Y digo experimentar porque no estaba dispuesto a preparar una bechamel, componente básico de cualquier lasaña al uso, por aquello de almozar ligero y ahorrar tiempo. Así que en un alarde de atrevimiento gastronómico decidí confeccionar una pseudolasaña de verduras sin bechamel, completándola con una socorrida lata de atún en aceite de oliva y sustituyendo burdamente tan icónico y cremoso elemento con un honroso huevo batido.
Ingredientes (para una persona)
- Tres placas de lasaña
- Una lata de atún en aceite de oliva
- Un cuarto de cebolla
- Un pimiento verde (más bien pequeño)
- Medio pimiento rojo
- Un tomate
- 1 huevo
- Queso rallado
Elaboración
- Preparar las placas de lasaña según las indicaciones del fabricante.
- Picar la cebolla, los pimientos y los tomates.
- Batir bien el huevo.
- Pochar la cebolla y añadir después los pimientos.
- Añadir por último el tomate. En este punto me tomé la libertad no sólo de añadir algo de sal, sino también una pizca de comino, especie que me gusta especialmente y que siempre se me antoja con cierto grado de exotismo.
- Por último añadir el atún más bien machacado y revolver bien para que quede bien mezclado.
- Una vez preparado el sofrito, componer la lasaña en un recipiente apropiado para el horno: una placa en la base, una capa de sofrito, otra capa de lasaña, otra de sofrito y una última placa de lasaña.
- Coronar el plato con queso rallado.
- Introducirlo en el horno precalentado según las indicaciones del fabricante de lasaña (unos 20 minutos a 180 grados en mi caso), gratinando al final durante unos 5 minutos más o menos.
- Aderezar con un poco de orégano o albahaca, según el gusto.
El resultado no fue tan satisfactorio como esperaba porque aunque el sabor era, a mi parecer, bastante bueno, la textura de la placa superior, gracias al efecto del huevo batido, era más crujiente que jugosa. Aunque bien es cierto que esto le daba un punto original (a buen seguro no apto para el chef Gordon Ramsay). En unos 20 minutos estaba todo preparado, a falta del ratito de rigor de horno, de manera que otro día más disfruté dignamente tanto de la comida como de su preparación, sin quebraderos de cabeza y con mi conciencia calórica relativamente tranquila.
Solo recomendarte que pruebes la proxima vez con la bechamel, en el microondas se tarda muy poco en hacerla y queda bastante bien.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu sugerencia, Ana. Nunca la había hecho en el microhondas. Lo cierto es que en este caso no sólo era cuestión de tiempo, sino también por hacerla más ligera, que estamos con las Navidades encima y he de preparar el cuerpo para lo excesos que me esperan.
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