Quien más quien menos todos nos hemos atiborrado alguna vez de carne a la barbacoa en una reunión de amigos. Lo cierto es que es una forma divertida, sencilla y suculenta de disfrutar de una comida con los amigos y la familia. Tanto más si el tiempo acompaña y se hace al aire libre. Además, cuanto más numeroso es el grupo, más probable es que aparezca algún que otro presunto experto en tales artes culinarias y que se preste gustoso a colaborar echando toda la carne en el asador. De hecho yo suelo ser uno de ellos.
Normalmente cuando pensamos en la barbacoa nos vienen a la cabeza unos jugosos solomillos, unas sabrosas chuletas, unos ricos chorizos... Es decir, contundentes manjares con lo que satisfacer nuestras ansias carnívoras. Pero lo cierto es que, asumiendo que el principio básico de la barbacoa es el mismo que el de cualquier otra forma de cocinar con calor, debería resultar evidente que sus posibilidades van más allá de la carne, o típicamente en mi Málaga natal, de las exquisitas sardinas.
Valga este preámbulo para decir que este verano redescubrí la barbacoa. A mi mujer y a mí nos gusta tener a la familia y a los amigos en casa, de manera que son bastante las ocasiones que ante tales reuniones hemos echado mano de nuestra pequeña y sencilla barbacoa portátil para agasajar a nuestros invitados con tan calóricos productos. Pero un día decidí darle un giro copernicano a su uso y me dispuse a explorar nuevos terrenos. Y no sólo por el tipo de comida, sino también por la cantidad de comensales, ya que empecé a disfrutarla de forma íntima con mi mujer. Empecé con unas buenas lubinas a la brasa, aunque más tarde averigüé que resultan mejores las doradas, algo más jugosas. Tampoco descarté unas frescas y sanas verduras a la brasa. Y después me atreví con algún recipiente de barro que tenía en casa para preparar ad hoc unas resultonas gambas al pil pil. Pero el gran punto de inflexión llegó cuando me armé de valor para preparar el plato más típicamente español, con permiso de la tortilla de patatas: ¡una paella!
Arrumbada en el trastero guardaba una paellera mediana (o paella, para los más puristas), que descarté años ha porque no me valía para la vitrocerámica. La rescaté cuando uno de mis cuñados me dijo que había visto hacer una barbacoa de carne usando este utensilio a modo de sartén para poner la carne. Una vez comprobado que el perímetro de la mía se ajustaba bastante bien al de mi barbacoa (también redonda, para más señas), me dispuse a elaborar tan sabroso y valenciano plato. Poco me faltó para vestirme de fallera.
Una vez con las manos en la masa, o más propiamente dicho en el arroz, lo que más me preocupaba era la distribución del calor. Mi intención era usar carbón, el cual no hace la misma llama que la leña y no permite avivar o ahogar el fuego con la misma rapidez. Además no sabía si el calor generado sería lo suficientemente intenso como para cocinarla debidamente. Afortunadamente esto no supuso problema alguno, y jugando con la altura a las brasas, así como retirando la sartén del fuego cuando era necesario, conseguí un resultado de lo más satisfactorio, aunque falto aún de significativas mejoras.
No pretendo en esta ocasión describir la elaboración de la misma, pues por un lado todavía me considero inexperto en su elaboración, y por otra, creo que poco podría aportar a las ya consabidas recetas. Aprovecho, eso sí, para recomendar la web www.lapaella.net, estupenda referencia para quien se disponga a preparar una en sus diversas modalidades. Lo que sí me gustaría es destacar las posibilidades de una simple barbacoa de carbón para disfrutar al aire libre preparando algún plato para nuestra familia, nuestros amigos o, sencillamente, para nosotros mismos. Y, como no, para divertirnos tanto saboreando el resultado como su elaboración.
Y finalmente, a modo de epílogo, me gustaría comentar que tras el estimulante resultado de mis primeras paellas a la brasa decidí comprar una cazuela de barro mediana para ampliar las opciones. Así que me atreví con una fideuá, de la cual, aun siendo muy mejorable, tampoco me puedo quejar.
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